Albergo en mi centro
infinitas posibilidades de ser,
así como la semilla encierra
la potencia del fruto.
Busco mi propia tierra fértil,
el abrigo del sol y el agua de lluvia
para llegar a ser capaz
de desplegar mi brote,
crear mis plántulas,
erigir un tallo,
inventar mil hojas,
llegar a la flor y,
por fin,
ser fruto.
Cada instancia de vida representa
una posibilidad de ser
ese tallo,
esas hojas,
esa flor.
Engendra en su seno el potencial de lo nuevo,
lo desconocido.
Invoco pues,
a las fuerzas vivas que me habitan,
a que me hagan llegar al fruto.