Llevo a la Gran Madre en mis huesos. La que me indica la razón de mi presencia, la que todo lo sabe y todo lo tiene. La que ve.
Llevo mis propios arreglos, mis cantos y cuentos Llevo el fuego creador de la vida, de risas y de inventos. Llevo el amor y el instinto, el deleite del encuentro. Llevo oculta en la piel la que todo lo siente y todo lo cuida. Llevo la brújula del instinto que no pregunta razones, ella sabe que sabe.
Tengo en mí a la Gran Madre, la traductora de sueños, la que habla el lenguaje del alma, la que abraza y acuna. Soy la forma y la sustancia en la rueda infinita sin principio ni fin. Todo lo traigo conmigo, soy vehículo y destino.
Llevo a la Gran Madre en mi sangre.
Nada he de temer entonces, si soy capaz
de dejar abierta esta puerta para que brote
incesante, el flujo de agua sagrada que inunde
para siempre
mi alma.