El invierno despierta y la noche se hace más larga. En unión silenciosa y potente, nos volvemos embrión en el útero de la tierra. Ella sabe gestar. Tiene una manta tibia por debajo, que riega por goteo en las heladas. Las noches aún duran mucho, para darnos tiempo a entrar hacia adentro, por si es que estamos distraídos mirando hacia afuera.
Ella sabe gestar, métete en su lecho.
Así como el cuerpo se arma del fuego para cocinar su alimento, la tierra crea el invierno para digerir, procesar su propia semilla. Quita el calor en la hierba para crear nuevas fuentes de amor. El sol es tibio en invierno porque manda sus rayos por caminos internos directo al corazón sediento de amor. A tu corazón y al mío. Éste es el maná caído del cielo. Ella sabe gestar, métete en su lecho.
El invierno es el vientre de la Pachamama, entrégate a su pecho. Éste es un útero mágico, un acelerador inigualable de vida, no necesitas nueve lunas, dura apenas unas danzas. Puedes gestar allí tus sueños, tus anhelos, abrazar tranquilo a tu alma y dejar que te hable al calor del fuego.
En invierno el aire se hiela para enfriar por un rato las pasiones del impulso, invitar al reposo sereno y callo, donde poder ver los sueños, derretir deberes y elegir de nuevo.
Métete en el invierno, en el seno de la tierra, en este útero fantástico. Reposa, abraza tu alma y pon en tu corazón las semillas de tus sueños. Después, la naturaleza misma, una vez más, te ofrecerá la justa cuna para tu flor.