La mirada del otro
“Acá hay algo sobre lo que no quiero pasar como si nada. Esto que has puesto como barrera para avanzar en tu camino de crecimiento es algo que debes mirar con más detenimiento pues solo puedes transformar aquello que ves. De modo que no voy a pasar”
Esto dijo este caballo en un taller.
“…y por si crees que, tironeando, tomando envión o ignorando esto que te bloquea vas a poder atravesarlo, la vida te traerá más de lo mismo para que puedas entonces detenerte a revisar, comprender la clave y crecer. Así que, traeré más caballos para que experimentes más ojos sobre ti.”
Así es como, amorosamente, los caballos te invitan a reflexionar sobre lo que te está pasando. las risas que se escuchan es parte de cómo se viven este aprender con los caballos; todo resulta tan claro y evidente que el sentido del humor surge como respuesta natural para darte nuevas posibilidades y tomarte las cosas con más liviandad; incluso para revisar lo que parece 'no salir bien'. Nada es tan grave ni tan serio, solo es cuestión de detenerse y atender lo que te está pasando.
La mirada y el juicio del otro te condiciona porque crees que, si haces algo distinto a lo que has venido haciendo, si te sales del molde o de las etiquetas, puedes quedarte solo. Entonces vas haciendo y siendo lo que crees que los demás esperan de ti. Esto es tan inconsciente que sucede en todos los ámbitos de la vida, desde la infancia con tus padres hasta con tus hijos, amigos, pareja. Te vas corriendo tanto de lo que eres para ser aceptado y amado por los demás que al final, te pierdes de vos mismo. Construyes un juez interno severo e implacable con el único propósito de cuidar que hagas y seas lo suficiente para ser amado. Ese juez propio es en verdad lo que ves en los ojos del otro.
Cuando empieces a mirarte con amor, dándote permiso para ser lo que deseas, permiso para probar y equivocarte, permiso para ser auténtico y genuino, verás que, al final, experimentarás más amor y no menos. Notarás que puedes pararte sobre tus pies, confiar en ti mismo, amarte por lo que eres y lo que traes al mundo. Ahí entonces sentirás la mirada del otro, incluso más fuerte sobre ti. Los demás te mirarán como fuente para inspirarse y ser, ellos también libres.
Porque solo cuando eres libre, te amas y te respetas, puedes desplegar lo que traes al mundo.
Te invito también a preguntarte cómo es tu propia mirada sobre el otro, cuánto juicio y condicionamiento también pones ahí, para que las cosas o situaciones sean según tu criterio, tus juicios y tus valores. También aquí, en el fondo, querer controlar al otro tiene que ver con el amor y no que aún falta integrar.
Comparto un poema que escribí hace tiempo donde expreso una comprensión sobre esto; se titula justamente No quiero aún mirar tu danza.

No quiero aún mirar tu danza
No quiero marcarte el camino
ni condicionarte con mis gestos
No quiero aún mirar tu danza
No puedo juzgar tus pasos
ni limitar tu vuelo
No puedo aún mirar tu danza
No quiero cortar tu inspiración
con mi juicio mezquino
Porque siento tu aire detrás
cuando quedas fuera de mis ojos
Tu danza resulta inmensa,
expansiva
Puedo sentir tus pasos firmes,
plenos de deseo profundo,
libre de ser lo que quieras,
sin condenas ni sentencias
No puedo aún mirar tu danza
Es que no sé todavía mirar nítido
No sé aun sentirla bella, y algo mía
No puedo verme del todo en tu espejo
No levantaré aún mi mirada
para no intervenir en tu vuelo
Quiero dejarte libre de mis miedos,
de mis juicios y mis dudas
No levantaré aún mis ojos
hasta que no sienta tu danza mía,
hasta que aprenda a elevarme en tu vuelo,
soñar con tu sueños,
reír con tu risa
y ser también, tu lágrima
No miraré aún tu danza
hasta que no sepa ver
con los ojos del amor.