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Esta primavera


Estoy parada frente al lienzo resuelta a pintar mi primavera. Vengo con la mente dispuesta a dar trazos refulgentes, coloridos. Casi..

que cobren vida al instante. Sin embargo... sigo parada frente al lienzo blanco color tiza y no encuentro los colores. Sólo veo en mi paleta los tonos del invierno: grises, secos, fríos. ¿Dónde estás, mi primavera? ¿Como podre dibujarte? Con mi mano temblorosa acaricio la tela blanca y sin querer voy pintando el tronco grueso de un roble. Ése que empezó a secarse en esta primavera. ¡Justo en esta primavera! Sigo con mis dedos mojados dibujando sus venas negras, cada vez más secas de vida. Recorro en silencio su rostro, sus brazos, su pecho. Sus raíces profundas. Veo su niño y sus padres, sus ilusiones, sus llantos guardados y sus cantos. Agradezco en cada trazo su presencia en mi jardín.

Veo su historia, y también la mía. Es que yo misma vengo de aquí, de estas ramas fuertes que en esta primavera se están volviendo cenizas. Soy uno de sus ocho brotes y estoy presa de tristeza. Sólo puedo dibujar en negro No encuentro los colores en esta primavera. Irrumpe de repente una vertiente desde el centro del roble negro. Un hilo rojo vivaz y punzante salta del dibujo hacia mi pecho. Se entrelaza a carcajadas en mis ramas y toma mis temblorosas manos. Vuelvo a posar las yemas húmedas en el lienzo Inyectadas con la savia de mi roble empiezo a dibujar, al fin, la primavera. Sobre el negro del roble que me dio la vida,

Vuelco el rojo de mi sangre viva vierto el verde que sana, el blanco que purifica, el sol y su luz. Traigo el rosa del amor, el turquesa del viento. Inundo por completo mi obra posando cada color sobre el negro del roble, aceptando el color del ocaso, entregándole estrellas y honras, por su vida en esta tierra. Ahora sí. He dejado correr mi tristeza, y de ella misma, y del rojo de mi sangre que viene del roble, me han llegado los colores para esta primavera. Los iré posando también como estrellas, en mi propio tronco.


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