Secretos
Los secretos
se guardan en las maletas del miedo.
No se desintegran en el silencio
ni en la fría oscuridad;
más bien allí crecen,
agigantan su peso,
se clavan como espadas invisibles
en el pecho
y en la mente.
Inclinan espaldas,
se vuelven silencios que encarcelan.
Aunque quiera sacar el polvo que los cubre,
no es suficiente.
He de atreverme a abrir estos cofres
Aunque el miedo los haga
cada vez más pesados,
una vez que los abro,
el mismo aire se ocupa de alivianarlos,
soltarlos;
quizá pueda llorarlos por un rato,
para despedirlos,
mientras van desapareciendo.
Soltar los secretos al aire
no sólo aliviana mi carga,
lo cual ya es inmenso,
sino también,
y, sobre todo,
aliviana la carga impresa en mi sangre
que pasa a mis hijos y a los hijos de mis hijos.
No puedo ya guardar más secretos,
de esos que dan miedo o vergüenza.
Ni los mío ni los de mis padres,
ni los de mis ancestros.
No quiero ya guardar secretos
que encarcelen almas.
Decidí liberarlos
para que allí germinen
sueños y danzas.