Acaricio mi rostro
Las yemas de mis dedos
se posan en mi piel
como pidiendo permiso,
como pidiendo perdón
Tímidas avanzan
en trazos profundos
de dolor, amor y gloria
Ríos más sutiles, llenos de risa,
reconocen las sombras
y aparece el sol
Abrazan mis yemas la niña a caballo,
la madre pariendo a su hijo
Asoma la mujer escondida,
la piel de mi rostro grita su espejo
No pueden creer lo sentido
Perteneciendo al mismo cuerpo,
nunca antes se habían tocado
en un encuentro amoroso
entre lo que traen mis manos
y esta persona que soy