A las Diosas: Artemisa
Despierta mi mujer salvaje,
la que sabe apuntar con el arco y la flecha,
y dar en el blanco.
La que anda vagando,
explorando inquieta,
por lugares indómitos,
vírgenes,
ligera de equipaje,
incluso,
sin mente.
La que reúne a sus hermanas,
gloriosas mujeres,
en un útero interminable y cálido.
La que ve con la luz de la luna,
aquello oculto y sagrado,
que conduce, en el fondo, la vida.
La que adora enterrar sus manos en la tierra negra,
en busca de algún rastro de la mujer de diez mil años,
del tiempo antes del tiempo,
aquella que es Tierra,
para ungir mi cuerpo con sus huesos sabios.
Esa mujer salvaje
capaz de reinventarse de sus propias ruinas,
la que sabe que sabe
porque posee,
en su mismísimo cuerpo,
el Santo Grial.
En el mismo lugar aloja
las semillas sagradas,
que danzan en giros eternos
la clave de la vida y de la muerte
y otra vez,
de la vida y de la muerte.
Ese cuenco sagrado
es la morada misma
de la creación
en todas sus versiones,
es el espejo del cosmos
que crea y destruye en el mismo instante.
¡Oh! Diosa del mundo salvaje.
de la luna y de la caza,
mujer y hermana,
¡Despiértame!
Anímame a ver
el poder misterioso
que yace en mis entrañas.